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Casa Paraty

Esta impresionante construcción se encuentra enclavada en la Costa Verde brasileña, entre Sao Paulo y Río de Janeiro, donde, según cuenta la leyenda, existen 365 islas, una por cada día del año.

Dos cajas de concreto reforzado reposan en las laderas de la montaña de una de estas islas y poco a poco le dan vida a una de los proyectos más impresionantes de la arquitectura contemporánea. La Casa Paraty da la impresión de haber nacido desde la montaña y ser una extensión de la misma, intentando no romper la armonía natural del lugar, y sí, ensalzar las bellezas propias de la zona. La “simpleza” estructural encuentra el balance perfecto en la topografía del terreno y se constituye como una puerta abierta al paraíso que casi nunca ha sido tocado por las manos de los humanos.

En perfecta comunión transitan los minutos entre una fauna riquísima, la abundante flora y una construcción que basa su éxito en la simpleza y en los amplios espacios que le ayudan a radiarnos con todo su esplendor. Dentro del inmueble las cosas no son muy distintas, los materiales y los elementos que ahí “habitan” también han sido pensados para recrear la vista, el tacto y agasajar al buen gusto. El mobiliario es un catálogo completo en donde se destacan algunos diseñadores de la talla de George Nakashima, Luis Barragán, Lina Bo Bardi, Sérgio Rodrigues, Joaquim Tenreiro y José Zanine Caldas, entre otros.

La manera de llegar a Casa Paraty es por medio de un bote o lancha (si puede ser muy lujoso, mejor aún). La entrada es por medio de un puente metálico que conecta con las escaleras que van directamente a la planta de abajo. Ahí se encuentran apartados como el “living room”, cocina y el área de servicio. El frente, con vista al mar, tiene una longitud de 27 metros (90 pies) y un enorme cristal que ofrece la posibilidad de un relajamiento total. 

En la “planta alta”, Casa Paraty cuenta con las habitaciones, cuyos ventanales están protegidos por unos paneles retráctiles que han sido fabricados con varas de Eucalipto. Bien vale la pena tener una protección de este tipo para la época de calor y cuando el sol apunta directo a los dormitorios. En la parte trasera, la que hace contacto con la montaña, se encuentran unos pequeños patios que se tornan con vida gracias a la luz cenital. Además, el techo cuenta con muchas terrazas y observatorios para que los habitantes puedan detenerse a observar la majestuosidad de la naturaleza… entre otras cosas.

La sutileza de los trazos y los grandes espacios entregan un proyecto asombroso y que en la actualidad puede ser rentado para épocas vacacionales. Sin duda alguna, uno de los trabajos mejor logrados por parte del arquitecto Marcio Kogan.

FICHA

Arquitectura: Studio MK27 -  Marcio Kogan + Suzana Glogowski.
Interiores: Studio MK27 – Diana Radomysler
Fotografía Nelson Kon